Palabras de espiritualidad

La antigüedad y el valor del culto ortodoxo

  • Foto: Oana Nechifor

    Foto: Oana Nechifor

El culto ortodoxo no ha renovado ni cambiado nada, sino que ha evolucionado estrictamente en la línea de la tradición más sana, desarrollándose como un árbol gigante, a partir de la semilla sembrada por Dios Mismo.

Un rasgo característico del culto ortodoxo es su estrecho vínculo, permanente e ininterrumpido, con el pasado. En sus formas fundamentales —de las cuales, algunas provienen del culto del Ley Antigua, otras de nuestro Señor Jesucristo y otras de los Santos Apóstoles—, es tan antiguo como el cristianismo mismo.

Al guardar una relación viva y continua con el culto de la Iglesia primaria, el culto ortodoxo no ha renovado ni cambiado nada, sino que ha evolucionado estrictamente en la línea de la tradición más sana, desarrollándose como un árbol gigante, a partir de la semilla sembrada por Dios Mismo en el culto de la Ley Antigua y creciendo después a la luz y al calor de la Ley Nueva.

En la totalidad de sus formas actuales, el culto ortodoxo no se diferencia mucho del que era propio de la Iglesia de los primeros tres siglos y de los siglos siguientes, constituyendo un venerable monumento a la Tradición cristiana, poseedor del sello y los rasgos de la vida religiosa de los primeros cristianos, así como de los preciosos vestigios de unas circunstancias históricas, condiciones y situaciones desaparecidas hace mucho tiempo, atravesadas por la Iglesia a lo largo de los siglos.

(Traducido de: Pr. Prof. Univ. Dr. Ene Braniște, Liturgica Generală, vol. I, Editura Basilica, București, 2015, p. 119)