La bendición de las aflicciones
Todo lo que creemos que ocurre en contra nuestra tendría que abrirnos los ojos con respecto a una verdad inmensa: cada decepción en nuestra vida está destinada a traernos, en vez de la felicidad que esperábamos, algo aún mejor.
¿Acaso las aflicciones nos son enviadas por causa de nuestros pecados? Antiguamente eso era lo que se creía, pero el Señor vino a darnos otra explicación. Dijo que un hombre era ciego para que por medio suyo pudiera mostrarse el poder de Dios. La ceguera llevó a aquel hombre a Jesús, quien dos veces le demostró Su misericordia: le abrió los ojos del cuerpo y también los del alma. Probablemente, si no hubiera estado ciego y no hubiera necesitado que se realizara en él ese milagro, jamás se habría encontrado con Jesús.
A menudo recibimos la piedad de Dios, en la más grande e inesperada medida, por medio de nuestros sufrimientos. No cabe duda que cualquier enfermedad puede darle al enfermo o a quienes le rodean, la posibilidad de alcanzar la bendición de lo Alto. El Señor suele bendecir a quienes sufren, precisamente por esos sufrimientos a los que se ven sometidos. Todo lo que creemos que ocurre en contra nuestra tendría que abrirnos los ojos con respecto a una verdad inmensa: cada decepción en nuestra vida está destinada a traernos, en vez de la felicidad que esperábamos, algo aún mejor.
(Traducido de: Fiecare zi, un dar al lui Dumnezeu: 366 cuvinte de folos pentru toate zilele anului, Editura Sophia, p. 261)