La cadena de los pecados, alegrías pasajeras y engañosas
Cuatro son los enemigos que preceden los actos del demonio: el engaño, el olvido, la dejadez y los malos deseos.
¿Cómo vamos a temerle a Dios, si no pensamos en nuestra propia muerte y no nos estremece el juicio que habremos de enfrentar? Porque el alma que se acuerda de la muerte y ancla su cuerpo en el sosegado puerto de los mandamientos, permanecerá segura e inamovible ante las olas de los deseos.
Cuatro son los enemigos que preceden los actos del demonio: el engaño, el olvido, la dejadez y los malos deseos. Porque, siguiendo al engaño de lo terrenal, se despierta el olvido, del que la dejadez es solícita sirviente. Y el mejor consejero de ésta es el deseo perverso. De todo lo mencionado brota un mal adicional: la avaricia y, junto a esta, la gula, de la cual procede el desenfreno. ¿Y qué es lo que sobreviene a todo esto? El fuego eterno, en donde hay solamente tristeza y rechinar de dientes, en vez de esas efímeras alegrías y deleites.
(Traducido de: Sfântul Simeon cel din Muntele Minunat, Viața și cuvinte de folos, Editura Doxologia, Iași, 2013, p. 65)