Palabras de espiritualidad

La caridad se practica en secreto

    • Foto: Constantin Comici

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Translation and adaptation:

Cuando aquel monje murió y los demás vieron a toda esa gente venir llorando, mientras decían: “¡A mí me salvó!”, “¡A mí también me hizo un gran bien!”, entendieron todo.

—Padre, hay personas que consideran que es fariseismo ir a la iglesia y olvidarse del amor al prójimo y el sacrificio.

—¿Y de dónde sacaron esa idea? ¿Están seguros de lo que dicen?

—Es su forma de ver las cosas.

—¿Qué dijo Cristo? ¿‟Juzgad” (Mateo 7, 1; Lucas 6, 37; Juan 7, 24.)? Puede que alguno no le dé dinero a un gitano, pensando en ayudar a un enfermo que tiene más necesidad. Y también puede que haya gente que le dé dinero al gitano, mientras al enfermo nadie lo ayuda. ¿Cómo hablar, pues de fariseísmo, sin saber qué es? El fariseísmo es cuando alguien ayuda a otro ante los demás, esperando que lo elogien.

Más o menos en 1957, me encontraba en un monasterio administrado de forma autónoma, en donde los trabajos de obediencia eran pagados según su nivel de dificultad. Debido a que en ese entonces no había tantas personas dispuestas a entrar a la vida monacal, muchos monjes terminaban asumiendo las tareas que normalmente corresponderían a dos o tres individuos. Por esta razón, su “paga” era la de dos o tres personas, misma que después repartían entre los necesitados. Me acuerdo que había un monje al que todos llamaban “cuerda”, porque decían que no cedía nada de lo que tenía. Pero cuando murió este monje, a su entierro vinieron largas filas de pobres de un gran número de localidades vecinas. En ese entonces, como no había automóviles, las personas más necesitadas ahorraban para comprarse un buey, al que “rentaban” para transportar leña entre los poblados. ¿Qué hacía el monje? Juntaba todo el dinero que recibia por sus trabajos de obediencia y, cuando veía a alguna de esas personas con un buey famélico o enfermo, o cuando a alguien se le moría su buey, él le compraba otro. En aquella época un buey costaba unos 5 000 dracmas, que era mucho dinero. Los demás monjes ayudaban a los pobres con cinco, diez o veinte dracmas, y muchas veces lo hacían cuando todos los estaban viendo. Pero este monje no daba nada a la vista; parecía que no le daba nada a nadie, porque todo lo juntaba. Por eso es que los demás lo llamaban “¡cuerda, cuerda!”, porque parecía “apretado” como una cuerda. Finalmente, cuando murió y los demás monjes vieron a toda esa gente venir llorando, mientras decían: “¡A mí me salvó!”, “¡A mí también me hizo un gran bien!”, entendieron todo. El monje “cuerda” ayudaba a esos necesitados y sus familias a ganarse el pan de cada día. Luego, ¿cómo puede uno saber lo que hace el otro?

(Traducido de: Cuviosul Paisie Aghioritul, Cuvinte duhovnicești, vol.2: Trezvie duhovnicească, traducere de Ieroschimonah Ștefan Nuțescu, Ed. a 2-a, Editura Evanghelismos, București, 2011, pp. 178-179)