La cremación: una costumbre pagana que hoy se nos presenta como algo innovador
¿Dices que hoy en día hay personas que incineran a sus caballos, sus perros, sus gatos y sus monos muertos? Es la primera vez que escucho algo así. Sí sabía que hay personas que entierran a los animales. Entonces ¿por qué abusar de los cuerpos muertos de los hombres, que son los soberanos de todos los animales que hay en el mundo?
«Me preguntas por qué la Iglesia cristiana no permite la incineración de los muertos. En primer lugar, porque considera que se trata de un abuso. Los serbios aún se horrorizan al recordar las fechorías de Sinan Pasha, quien puso fuego en Vračar al cuerpo muerto de San Sabas.
Pero ¿dices que hoy en día hay personas que incineran a sus caballos, sus perros, sus gatos y sus monos muertos? Es la primera vez que escucho algo así. Sí sabía que hay personas que entierran a los animales. Entonces ¿por qué abusar de los cuerpos muertos de los hombres, que son los soberanos de todos los animales que hay en el mundo? ¿Acaso no sería más necesario un crematorio para animales muertos, especialmente en las ciudades grandes, que uno para personas?
Finalmente, estamos hablando de una costumbre bárbara y pagana, expulsada de Europa por la cultura cristiana desde hace casi dos mil años. Quien quiera presentarlo como algo nuevo o refinado se engaña, porque se trata de un asunto vetusto. En Inglaterra, un país que difícilmente puede ser calificado de “inculto”, tal forma de neopaganismo es muy impopular.
Te contaré algo: en tiempos de la guerra, un conocido nuestro, yugoslavo, se volvió demente; antes de morir, le preguntaron cuál era su último deseo y él respondió que lo único que quería era que incineraran su cuerpo. En el día fijado para ello, nuestra pequeña colonia yugoslava se hallaba reunida en el crematorio de Golders Green. Cuando el cadáver fue empujado al horno encendido, todos sentimos un fuerte estremecimiento de horror. Después, se nos pidió ir al otro lado del horno y esperar “un cuarto de hora” para ver a nuestro compatriota hecho ceniza. Pasó una hora, y nada. Muchos comenzaron a murmurar, preguntándose por qué el fuego tardaba tanto en consumir el cuerpo del difunto. Finalmente, alguien se lo preguntó al encargado del horno. Este se defendió diciendo que el horno tardaba mucho en encenderse y alcanzar la temperatura deseada. “No lo usamos con tanta frecuencia, porque raras veces hay alguien que pida voluntariamente que lo incineren”. Al escuchar esto, la gente reunida ahí empezó a dispersarse, incapaz ya de esperar más tiempo para recibir las cenizas del reposado.
Y debes saber que en Londres mueren diariamente una gran cantidad de personas. En América vi los mausoleos de los grandes presidentes —Wilson, Roosevelt, Lincoln— y los de muchas personalidades más. Ninguna de esas personas fue incinerada después de morir. ¡Por eso me sorprendería que entre los discípulos de San Sabas hubiera alguien que pensara como Sinan Pasha!
Un abogado persa me contó cómo proceden ellos con los difuntos, de la forma “más racional del mundo”: ellos, que tanto veneran el fuego, no incineran a sus difuntos, sino que los dejan en la tierra como alimento para las aves. El cementerio está rodeado por un muro muy alto, sobre el cual esperan pacientemente decenas de aves de rapiña. Los enterradores llevan los cuerpos de los difuntos cubiertos con un trozo de manta, los ponen en el sueño y parten deprisa. Entonces, las aves se abalanzan sobre los cuerpos y al poco tiempo no quedan más que puñados de huesos desnudos, que nadie toca ni reclama. La lógica persa es, según lo que me dijo el abogado, la siguiente: “Mientras estamos vivos, nos alimentamos con animales. Así pues, es justo que, después de morir, nosotros alimentemos a los animales”.
Me sorprendió, pero no podría decir que esa lógica es más débil que la de aquellos que quieren desintegrar los cuerpos con el fuego. Pero ¿para qué hacer problema de los problemas que ya están resueltos? Si nos preocupamos sin medida, un buen día podríamos atormentarnos con esto: “¿Por qué no matar a los hombres y mujeres ‘de la tercera edad’, a los más ancianos, tal como hacen algunos pueblos primitivos? Fundemos alguna asociación y empecemos a propagar esta idea”. Y, en fin, ¿cuál podría ser un argumento para luchar en contra de los enterramientos, justamente en este país, en el que las tumbas sirven como orgullo del pueblo, como fuente de inspiración y, si queremos, como derecho de propiedad estatal? ¡La paz sea contigo y que Dios te conceda una buena salud!».
(Traducido de: Sfântul Nicolae Velimirovici, Răspunsuri la întrebări ale lumii de astăzi)