La delicadeza de un santo
En él todo era sensibilidad, delicadeza y transparencia, junto con una pureza incondicional, una permanente atención a los demás y una firme disponibilidad para resolver los problemas y tribulaciones de los demás.
En lo que respecta a San Calínico del Monasterio Cernica, cuando no tenía dinero para dar a los necesitados de la ciudad donde se encontrara, se volvía a los demás y, llorando, les suplicaba: “¡Por favor, si alguien me puede dar dos monedas para ayudar a estos hermanitos de Jesús…!”.
Esta compasión nos habla de un corazón delicado, extremadamente sensible, ajeno a toda rigurosidad, indiferencia y brutalidad. Nos demuestra, además, que la dureza es fruto del pecado y las pasiones. En el comportamiento de San Calínico, e incluso en sus pensamientos, no encontramos ningún atisbo de vulgaridad, superficialidad o mezquindad. Ningún rasgo de doblez o falsedad. Al contrario, en él todo era sensibilidad, delicadeza y transparencia, junto con una pureza incondicional, una permanente atención a los demás y una firme disponibilidad para resolver los problemas y tribulaciones de los demás. En todas esas cualidades se evidencia una realización excepcional de lo humano.
Esta forma superior de nobleza y delicadeza está impregnada con una distinción que sobrepasa cualquier otra nobleza común, distante y formal. Es una delicadeza que no evita el contacto con los hombres más humildes y no se asusta ante las situaciones que otros despreciarían por creer que rebajan algo de su dignidad.
(Traducido de: Părintele Dumitru Stăniloae, Rugăciunea lui Iisus și experiența Duhului Sfânt, Editura Deisis, Sibiu, 1995, p. 44)