Palabras de espiritualidad

La difícil misión de ser el guía espiritual de otros

    • Foto: Bogdan Zamfirescu

      Foto: Bogdan Zamfirescu

Un verdadero abbá no se promueve a sí mismo, sino que descubre su vocación gracias a la iniciativa de quienes desean que se convierta en su padre espiritual.

“De entre todas las cosas, la que más esfuerzo requiere es guiar almas”, escribe San Nilo. “Quienes reciben ese cometido, tienen que prepararse para librar una lucha extenuante”. El padre espiritual no tiene que esperar que sus discípulos le obedezcan inmediatamente y de buen grado. No es sencillo apaciguar a un caballo o a cualquier otro animal; pero, las personas, que tienen una gran variedad de personalidades y, si actúan mal, lo hacen voluntariamente, son mucho más insumisas. Sin embargo, también es posible que el padre espiritual sea considerado el responsable de la desobediencia de su rebaño. “El descuido de los discípulos también es responsabilidad de su mentor”. Así las cosas, quien asuma esta misión tiene que reconocer los peligros a los que se expone: “Si hubieran tenido el convencimiento de que se les pediría un enorme sacrificio, y si hubieran conocido los riesgos (de su labor), habrían renunciado a esta tarea, por su altísimo nivel de exigencia”, porque es como si eligieras “arrojarte a un horno encendido”.

Todo esto significa que nadie —desde luego, impulsado por su propia voluntad— tendría que creerse lo suficientemente bueno y abiertamente reconocerse competente para asumir la tarea de guiar almas. Un verdadero abbá no se promueve a sí mismo, sino que descubre su vocación gracias a la iniciativa de quienes desean que se convierta en su padre espiritual. Al contrario, el padre espiritual tendría que “rechazar con todas sus fuerzas el trabajo de conducir a otros”, y si llegara a convertirse en guía espiritual para otros, esto tendría que suceder “sin el concurso de su voluntad” y “obligado” por quienes desean hacerse sus discípulos. Y jamás dirá, lleno de osadía: “¡Perdónenme! ¡Vengan conmigo!”, sino que han de ser los otros, quienes, después de llamar insistentemente a su puerta, finalmente lo verán abrir.

(Traducido de: IPS Kallistos Ware, Mitropolit de Diokleia, Îndrumarea duhovnicească în Muntele Athos, Editura Doxologia, traducere de Dragoș Dâscă, Iași, 2016, pp. 47-48)