La dulzura del amor de Dios
Nuestro Señor Jesucristo vino al mundo para volver a encender la llama del amor en los corazones de los hijos de Dios.
Cristo, nuestro Señor, vino al mundo para emblandecer el corazón del hombre. Vino al mundo para que el hombre recobrara el suave sentimiento de amor a Dios. Vino para iluminar la visión espiritual de una humanidad a oscuras. Nuestro Señor Jesucristo vino al mundo como la más poderosa expresión de la firmeza del amor divino por el hombre. Nuestro Señor Jesucristo vino al mundo para volver a encender la llama del amor en los corazones de los hijos de Dios. Nuestro Señor Jesucristo vino, igualmente, para reavivar ese sentimiento que en el pasado era completamente normal —tal como lo es entre los ángeles— y que con el paso del tiempo se fue haciendo anormal. Si la madre no amara a su hijo, ¿podría el hijo amar a su madre? Si Dios no amara al hombre, ¿podría el hombre amar a Dios? Porque Dios, desde el comienzo, desde antes de crear al hombre, ya lo amaba. De aquí proviene lo natural del amor del hombre por Dios.
En Su divina oración antes de Su martirio, nuestro Señor Jesucristo le dijo al Padre Celestial: “Que todos sean uno. Como Tú, Padre, en Mí y Yo en Ti, que ellos también sean uno en Nosotros, para que el mundo crea que Tú me has enviado. … y que los has amado a ellos como me has amado a Mí”. ¡Qué frase tan maravillosa y tan llena de consuelo! Dios nos cubre a todos los hombres, pecadores e impuros, con el mismo amor con el que cubre a Su Hijo Unigénito. Aquellos que pueden sentir y conocer la llama inextinguible de este amor divino no necesitan ningún mandamiento de amar. Al contrario, se avergonzarían si alguien les ordenara amar a Dios, es decir, corresponder el amor con amor. El Santo Apóstol y Evangelista Juan, quien se inclinó y tocó con su cabeza el pecho de su Señor y Dios, y sintió la profundidad y la dulzura del amor divino, escribe: “Nosotros amamos a Dios, porque Él nos amó primero”.
(Traducido de: Sfântul Nicolae Velimirovici,Omilii despre pocăință, dragoste și optimism, traducere din limba greacă de prezbitera Iuliana și pr. Iulian Eni, Editura Doxologia, Iași, 2016, pp. 63-64)