La enfermedad nos despierta a nuestra realidad espiritual
Cuando el hombre se enferma, así sea de algo leve, empieza a pensar en la muerte, para que su alma entienda cuán ciertas son aquellas palabras: “En todas tus acciones ten presente tu fin, y jamás cometerás pecado” (Eclesiástico 7, 38).
«¿Caíste enfermo? ¿Qué puedes hacer ahora? ¡Sé paciente y agradécele a Dios! Repítete: “Esta enfermedad es consecuencia de mis graves e incontables pecados. El Señor me ha quitado las fuerzas para que aprenda la templanza. Él no sabe qué más hacer para que yo pueda enmendarme. Lo ha intentado con Su piedad, incluso con algunas aflicciones, pero nada de eso ha funcionado. El momento de mi muerte se acerca y, cuando venga, ¿qué haré en mi miseria? ¡Señor, Dios mío! ¡Compadécete de Tu frágil criatura!”. Cuando el hombre se enferma, así sea de algo leve, empieza a pensar en la muerte, para que su alma entienda cuán ciertas son aquellas palabras: “En todas tus acciones ten presente tu fin, y jamás cometerás pecado” (Eclesiástico 7, 38)».
(Traducido de: Sfântul Teofan Zăvorâtul, Boala și moartea, Editura Sophia, București, 2007, p. 11)