Palabras de espiritualidad

La entrega del cristiano y la vida del monje

  • Foto: Florentina Mardari

    Foto: Florentina Mardari

El Señor nos quiere enteramente Suyos, íntegros de mente e íntegros de cuerpo.

El halo de luz en el que se presenta todo el marco de la vida monástica es algo divino, y bienaventurados son aquellos que permanecen en este estado hasta el fin, sin ningún compromiso. Tres veces bienaventurados, porque se han hecho dignos de la corona imperecedera de la gloria y no han vivido en vano sobre la tierra. Ellos son como árboles plantados junto a las aguas; sobre ellos verdaderamente reposará el Espíritu de Dios, y la Santísima Trinidad hará morada en sus almas.

Solamente de estos puede decirse que su vida es dichosa: aquellos que, desde su infancia monástica, han sido alados por el don divino de la pureza total del cuerpo y del alma. Para ellos, nada es difícil y nada es impuro, porque —como dice San Pablo— “para los puros, todas las cosas son puras y santas”. Para ellos nada es difícil, pues todo lo pueden en Jesucristo, que está eternamente con ellos. El Señor nos quiere plenamente Suyos, íntegros de mente e íntegros de cuerpo.

(Traducido de: Arhimandritul Ioanichie Bălan, Patericul românesc, Editura Mănăstirea Sihăstria, Neamț, 2005, p. 663)