La fe que nos ayuda a librarnos del pecado
La naturaleza del hombre, tal como Dios la concibió, está libre de toda forma de pecado. Por eso fue que el Hijo de Dios pudo encarnarse y hacerse uno de nosotros.
El pecado no es algo natural para el hombre, aunque nosotros casi hemos llegado a creer sí lo es. Ciertamente, ya que vivimos en un mundo lleno de inclinaciones al pecado (pasiones), consideramos que el pecado forma parte de nuestro ser. Pero, de hecho, no es así, sino que es algo añadido. La naturaleza del hombre, tal como Dios la concibió, está libre de toda forma de pecado. Por eso fue que el Hijo de Dios pudo encarnarse y hacerse uno de nosotros, asumiendo todas nuestras particularidades, fuera del pecado. Esto es muy importante cuando hablamos de la salvación, porque la salvación es algo que nos trajo nuestro Señor Jesucristo, Quien nunca pecó, y es Él quien puede ayudarnos a librarnos del pecado. Él mismo fue tentado, pero no pecó. En la Carta a los Hebreos, San Pablo dice que “por haber experimentado personalmente la prueba y el sufrimiento, Él puede ayudar a aquellos que están sometidos a la prueba”. ¿Por qué? Porque no fue sometido al pecado. Nuestro Señor también les dijo a los judíos: “¿Quién de vosotros podrá acusarme con razón de que he cometido alguna falta?”.
Dicho esto, veamos cuáles son las causas del pecado, qué es lo que lo favorece, cuáles son los orígenes del pecado en la vida de los hombres. En el Evangelio según San Marcos, encontramos que nuestro Señor envió a Sus discípulos a evangelizar, y después de Su Santa Resurrección les dijo: “Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura. El que crea y sea bautizado se salvará, pero el que no crea se condenará”. Si estamos atentos a estas palabras de nuestro Señor, nos daremos cuenta de que es por la fe que el hombre llega a salvarse del pecado, librándose de todas las formas del mal.
(Traducido de: Arhimandritul Teofil Părăian, Cum putem deveni mai buni – Mijloace de îmbunătățire sufletească, Editura Agaton, p. 150)