Palabras de espiritualidad

La fe que tenemos

  • Foto: Oana Nechifor

    Foto: Oana Nechifor

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La fe debe acompañarnos en todos los días de nuestra vida y en toda circunstancia. Tengamos fe en Dios. Creéis en Dios: creed también en Mí”, dijo el Señor.

La medida de la vida es la medida de la fe. Tienes tanta fe como eres capaz de manifestarla en tu forma de vida.  Si vives como un descreído, es que no tienes fe. Si vives como un creyente en todos los aspectos de tu vida, es que tienes fe, y tu fe es una activa. Es importante que cada uno de nosotros sepa en qué nivel de fe se encuentra. La intranquilidad, la turbación, la preocupación excesiva, la desconfianza y el miedo son manifestaciones de la falta de fe. “¿En dónde está vuestra fe?”. Nuestra fe debe asemejarse a la de los verdaderamente creyentes. No se nos piden cosas extraordinarias. Se nos pide, por ejemplo, tener la fe del centurión, y esta es una fe principiante; se nos pide tener una fe perseverante, similar a la de la mujer cananea, y esta no es una fe que te sostenga, por ejemplo, cuando hay que llegar al martirio, sino que es una fe “ordinaria”, que te pone en relación con Dios y te da la seguridad que este vínculo ofrece.

Leamos lo que aparece en el capítulo IX del Evangelio según San Juan, sobre la fe de un hombre a quien nuestro Señor le devolvió la vista. Ahí se nos dice que nuestro Señor escupió e hizo un poco de barro, con el cual ungió los ojos del ciego, a quien después envió a lavarse a Siloé. Más tarde, cuando lo volvió a encontrar, Cristo le preguntó: “¿Crees en el Hijo de Dios?”. El hombre rspondió: “Pero ¿quién es, para creer en Él?”. Y el Señor dijo: “Pues le has visto, y el que habla contigo, Él es”. Entonces, el hombre dijo: “¡Creo, Señor!” y se postró ante Él. Esta es la fe que debemos tener todos. La fe que nos pone en contacto con nuestro Señor Jesucristo.

Solamente que esta fe debe acompañarnos en todos los días de nuestra vida y en toda circunstancia. Tengamos fe en Dios. Creéis en Dios: creed también en Mí”, dijo el Señor. “Si no creéis quién soy, en vuestros pecados moriréis”. Practiquemos la fe que hay en nosotros y crezcamos en ella por medio de las virtudes, sin renunciar a ciertas cosas que puedan enriquecerla, sino utilizándolas de la mejor manera posible para crecer espiritualmente. Así, de lo poco llegaremos a lo abundante, y de lo común alcanzaremos lo extraordinario. Con esto dejaremos de hundirnos en los pensamientos de la realidad que nos rodea, si sabemos que Dios está con nosotros, si sabemos que Dios nos sostiene, que Él nos ama, nos llama, nos ayuda y nos envuelve con Su amor; y si somos verdaderamente creyentes, avanzaremos en el camino del amor y alcanzaremos la fe que es activa por medio de este, misma que se espera de todos los fieles cristianos.

(Traducido de: Arhim. Teofil Părăian, Bucuriile credinței, Editura Mitropoliei Olteniei, pp. 193-194)

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