Palabras de espiritualidad

La fe y el amor, virtudes excelsas e inseparables

    • Foto: Stefan Cojocariu

      Foto: Stefan Cojocariu

Tal como el amor es la más alta de las virtudes, el odio es el peor de todos los pecados. Quien odia a su hermano es un asesino”.

He aquí, amado hijo, los peldaños del amor, dispuestos por el Apóstol y discípulo:

  1. El amor al prójimo;
  2. El amor proviene de Dios;
  3. El que ama proviene de Dios;
  4. El que ama conoce a Dios;
  5. Dios es amor.

Quien siente hambre de Cristo, se alimenta con el amor. Y para aquel que tiene sed de Cristo, el amor se convierte en dulce bebida. Para el desnudo, vestido. Para el agobiado, descanso. Para el que ora, revelación. Para el triste, consuelo. Amén.

El final de cada tristeza es la alegría, el de cada fatiga, el desanso, y el de cada deshonra, el honor. La oración del que se acuerda de las ofensas sufridas es como el grano arrojado a las piedras. La conciencia pura se alcanza por medio de la oración, y la oración pura, por medio de la conciencia. Mientras más atentos estemos, más se iluminará nuestra mente. Mientras más distraídos estemos, más se nos oscurecerá la mente. La liberación de las pasiones trae el perdón de los pecados. Amén.

Estas dos virtudes, la fe y el amor, son inseparables, brotan una de la otra, se legitiman la una a la otra, y se definen la una a la otra. Por eso, cuando falta una de ellas, falta también la otra, y cuando se encuentra una, se encuentra también la otra. Amén.

Por eso, cuando le preguntaron a San Efrén cuál es el peor pecado, fuera de la herejía, respondió: “el odio”. Y lo dice, recordando las palabras de Juan: “Tal como el amor es la más alta de las virtudes, el odio es el peor de todos los pecados. Quien odia a su hermano es un asesino”, recordando lo que dice el Apóstol.

Quien odia a su hermano, a Dios mismo odia. Quien odia a su hermano, entre tinieblas se encuentra, caminando en la oscuridad, sin saber a dónde dirigirse. Porque la oscuridad nos demuestra que el odio es la causa de muchísimos males. Amén”.

(Traducido de: Monahul Iosif Dionisiatul, Bătrânul Arsenie Pustnicul, împreună-nevoitorul Stareţului Iosif Isihastul, Editura Evanghelismos, p. 168-169)