En la vida futura, nuestra felicidad florecerá por la admiración de poder ver a los santos y a los ángeles del Señor, inefablemente bellos, congregados en legiones constituidas perfectamente, según el orden de las jerarquías celestiales.

Nuestra felicidad será entonces inconmensurable, por poder ver a los santos, a los justos de Dios de todos los tiempos —en su bondad y sencillez—, a los profetas, los apóstoles y todos los demás, pero especialmente, por hallarnos ante Dios, contemplándolo a luz de la eternidad, admirados también por nuestra propia iluminación interior, sintiendo un gozo absoluto, libres de toda mancha, de todo temor, de toda preocupación y de toda tristeza.

(Traducido de: Sfântul Ioan din Kronstadt, Viaţa mea în Hristos, traducere de Boris Buzilă, Editura Sophia, Bucureşti, 2005, p. 425)