La forma en que el cristiano participa su amor
Si hacemos esto, si amamos de esta manera a Dios y a nuestros semejantes, mientras nos juzgamos a nosotros mismos con humildad, sin duda alcanzaremos la salvación y seremos recibidos en el Reino de los Cielos.
¿Cómo podemos dividir nuestro amor a Dios, nuestro amor al prójimo, y el amor a nosotros mismos?
—Tal como está escrito en “La salvación de los pecadores”, es necesario tener un corazón de juez para con nosotros mismos, un corazón de madre para con los demás, y un corazón de hijo para con Dios. A Dios tenemos que amarlo con todo nuestro corazón, todas nuestras fuerzas y toda nuestra virtud, siempre dispuestos a dar nuestra vida por Él, tal como lo hicieran un sinnúmero de mártires, piadosos y jerarcas, quienes se sacrificaron por amor a Cristo y al Evangelio.
A nuestro semejante tenemos que amarlo “como a nosotros mismos”, es decir, con el mismo amor que nos prodigamos a nosotros mismos, con el mismo esmero con el que nos cuidamos y atendemos, nos alimentamos, nos ayudamos… Así debemos amar, ayudar, alimentar y guiar por el camino de la salvación a nuestro hermano. En lo que respecta a nosotros mismos, tenemos que condenarnos permanentemente y reprendernos por nuestras faltas, considerándonos siempre los más pecadores de todos los hombres. Si hacemos esto, si amamos de esta manera a Dios y a nuestros semejantes, mientras nos juzgamos a nosotros mismos con humildad, sin duda alcanzaremos la salvación y seremos recibidos en el Reino de los Cielos.
(Traducido de: Arhimandritul Ilie Cleopa, Ne vorbește Părintele Cleopa, ediția a 2-a, vol. 5, Editura Mănăstirea Sihăstria, Vânători-Neamț, 2004, p. 51)