La humildad brota de la nobleza y de la riqueza espiritual, tal como la espiga rica en granos se mantiene todo el tiempo con la frente inclinada hacia la tierra, agradeciéndole…

La humildad cristiana siempre está llena de dignidad. Y no degrada ni disminuye al hombre, sino que, al contrario, lo llena de fuerza, le da el brío necesario para enfrentar con serenidad la ignorancia arrogante y la maldad más soberbia …

(Traducido de: Înaltpreasfințitul Iustinian Chira, Cuvintele Părintelui ‒ un ghid al frumuseţii lăuntrice, Editura Mega, Cluj-Napoca, 2009, p. 123)