Palabras de espiritualidad

La fuerza de la oración de un simple monje

  • Foto: Silviu Cluci

    Foto: Silviu Cluci

Translation and adaptation:

Un poco más tarde, salió afuera ¿y qué fue lo que vio? Era una multitud de unos doscientos o trescientos demonios, presa de una fuerte agitación, como esperando algo con impaciencia…

Un poco más abajo de la skete de San Basilio, cerca del camino que lleva a Santa Ana, hace mucho tiempo vivía un monje adscrito a la Gran Laura, quien tenía a su cargo el cuidado de las cabras del monasterio, que eran llevadas ahí para ser alimentadas.

Una vez, una noche de luna llena, en las vísperas de la Gran Cuaresma, el monje, que se llamaba Efrén, mientras oraba haciendo postraciones, escuchó unas voces que decían: “¡Oh!, ¡Oh!”.

“Seguramente se trata de algunos caminantes que pasan”, pensó el padre Efrén.

Un poco más tarde, salió afuera ¿y qué fue lo que vio? Era una multitud de unos doscientos o trescientos demonios, presa de una fuerte agitación, como esperando algo con impaciencia. En un momento dado, el que parecía ser el principal de todos dijo:

—¡¿Cómo es posible que un monje famélico tenga cautivos a tantos de nosotros, impidiéndonos ir entre la gente que está celebrando y entregándose a toda clase de placeres antes de que empiece el ayuno?!

(Traducido de: Cuviosul Paisie Aghioritul, Părinţi Aghioriţi. Flori din Grădina Maicii Domnului, Editura Evanghelismos, 2004, pp. 133-134)