La fuerza moral del creyente
La fe que tiene todos estos rasgos es la auténtica. Y ya que la fe en Cristo tiene todos estas cualidades, entendemos que es la fe verdadera.
La verdadera fe tiene las siguientes características:
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Le da la certeza —en misterio— al creyente, en relación con la verdad de su fe;
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Dirige sus pasos al camino de la verdad;
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Lo llena de una esperanza eterna e inagotable, libre de todo temor, de toda vacilación, conteniendo en sí misma la plenitud de la felicidad;
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Lo llena de un amor ferviente y activo hacia Dios y hacia sus semejantes;
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Le otorga los carismas del Espíritu Santo;
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Rebosa abundantemente los frutos de la Gracia del Espíritu;
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Rehace al hombre corrompido por el pecado;
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Santifica al creyente y lo convierte en un practicante de las virtudes y en imagen de Dios;
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Les revela quién es Dios a los que creen;
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Le concede al fiel distintos principios morales divinos;
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Llena de fuerza moral a los creyentes;
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Tiene testigos celestiales, terrenales y aún bajo la tierra;
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Le otorga al fiel una fuerza moral ante la cual todo mal exterior, toda amenaza y todo peligro caen derrotados;
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Alza al hombre más allá de las leyes de la naturaleza y “vence los preceptos del ser” (San Atanasio el Grande).
La fe que tiene todos estos rasgos es la auténtica. Y ya que la fe en Cristo tiene todos estas cualidades, entendemos que es la fe verdadera.
San Juan Crisóstomo, interpretando el texto de Salmos 67, nos demuestra la verdad de la fe en Cristo con la autoridad de la predicación apostólica, diciendo: “Porque, sin utilizar armas, sin gastar dinero, ni con la fuerza del cuerpo, ni valiéndose de ejércitos o cosas semejantes, sino que usando la simple palabra, la palabra que tiene mucha fuerza —con la demostración de los milagros— (...) porque es una fuerza inenarrable que al pescador y el publicano y también a todos los que estaban en las cortes, que no eran sino unos muertos, los alzó con un solo mandato; a los demonios echó, a la muerte alejó, hizo callar las lenguas de los retóricos, a los paganos helenos y a todos los pueblos dominó (...) en todo el mundo (...) la palabra predicó con fuerza”.
(Traducido de: Sfântul Nectarie de Eghina, Tezaurul sfintelor și filosoficeștilor cuvinte, traducere de Laura Enache)