Palabras de espiritualidad

La función del padre espiritual es algo que proviene de las disposiciones divinas

  • Foto: Florentina Mardari

    Foto: Florentina Mardari

“Esta es la palabra que tenemos que buscar en oración. En oración debe nacer, en oración debemos darla y en oración debe ser recibida y buscada por nuestros hijos espiritales…”

La labor del padre espiritual no es un quehacer exclusivamente relacionado con la historia, la moral o la psicología, ni es algo estrictamente vinculado al cuerpo, sino que, en su amplitud, abarca todo eso. Pero, ante todo, es una labor que es espíritu y verdad: ¡las mismas palabras del Señor! Y, una vez más, las palabras del Señor: “¡Es espíritu, y también es vida!”, como decía el Señor sobre la palabra que les daba a los Apóstoles. Esta es la palabra que tenemos que buscar en oración. En oración debe nacer, en oración debemos darla y en oración debe ser recibida y buscada por nuestros hijos espirituales. […]

Toda la acción humana es una periferia, un “escenario”, pero el centro de la labor del sacerdote es una transformación en el espíritu, que se obra preparando a nuestros discípulos para que se acerquen en oración a confesarse. Por “oración” no entendemos algo “extraordinario”: está bien que lean oraciones escritas, sí, pero lo más importante es que se den cuenta, con nosotros, de que estamos conversando con Dios, no con el hombre.

Acordémonos de un texto semejante de San Pablo, quien, después de revelársele Cristo, no habló con el hombre, sino que se apartó al desierto para arrepentirse. Y regresó con la fuerza del Espíritu —como otrora lo hiciera el Señor al volver después de durante cuarenta días en el desierto—, para convertirse en el “Apóstol de las naciones”. Y todo lo que escribió no provenía de sí mismo, sino de Cristo. Esto es lo mismo que ocurre con cada uno de nosotros, de una forma u otra. Lo que hacemos no es algo que provenga del hombre. Recibimos muchas cosas del hombre, con las que enriquecemos nuestra labor sacerdotal, y también a nosotros mismos y a quienes acuden a nosotros, pero en esencia es una labor divina.

(Traducido de: Ieromonahul Rafail Noica, Cultura Duhului, Editura Reîntregirea, Alba Iulia, 2002, pp. 47-48)