Padre. ¿cree usted que la crisis actual puede ayudar a que la gente se acerque a la Iglesia, a Dios?

—El rumano ha entendido que de esta crisis no nos podremos librar sino elevando las manos al cielo y doblando nuestras rodillas sobre la tierra. Y, mientras más logremos mantener las manos elevadas al cielo, más abundante será la misericordia que Dios nos envíe. Nuestra gente está acostumbrada a la vida dura, a subir montañas. Por eso, el rumano lo logrará, en tanto que tal vez otros pueblos, no.

El problema es que nosotros no tenemos el mismo arrojo que sí tuvo su generación, Padre…

—Aunque no tengamos la misma valentía, la Gracia de Dios es la misma. Entonces eran muchos y buenos, ahora son menos, pero quizás mucho mejores. La Gracia de Dios jamás se ausenta de la vida de un pueblo. Y es que la presencia de quienes ya están en la eternidad se siente aquí, entre nosotros. De mis años en prisión recuerdo que, cuando moría un detenido, para nosotros esto representaba también un fortalecimento, una alegría, porque sentíamos las oraciones del que ahora estaba con Dios, y nos llenaba de ánimo.

(Traducido de: Ne vorbește Părintele Iustin Pârvu, Mănăstirea Petru Vodă, 2011, pp. 253-254)