La gran obra de salvación iniciada por el Hijo de Dios
Las enfermedades espirituales, provocadas por la caída del primer hombre en pecado, son sanadas por las enfermedades del cuerpo, que, en última instancia, no son sino el resultado del mismo pecado.
¡Misteriosa y llena de sabiduría divina es la gran obra de salvación iniciada por el Hijo de Dios en el mundo! ¡Nada es soslayado cuando se trata de la salvación de un alma! Las ofensas, los daños y las injurias, que en el fondo no son sino manifestaciones del odio diabólico, son devueltos y utilizados por Dios para la salvación del alma de la enfermedad del orgullo y la gula. La misma enfermedad del cuerpo es permitida y enviada por el Señor a Sus elegidos, para ofrecerles una preciosa perla espiritual: el recuerdo de la propia muerte. Y, cuando el cristiano acepta la idea de la muerte, siendo capaz de decir con el Apóstol: “Deseo apartarme del cuerpo y estar con Cristo”, en ese mismo momento está rompiendo el último hilo con el que su egoísmo le mantenía atado al mundo del pecado.
Analizando esta terapéutica divina, podemos hacer la siguiente analogía: las enfermedades espirituales, provocadas por la caída del primer hombre en pecado, son sanadas por las enfermedades del cuerpo, que, en última instancia, no son sino el resultado del mismo pecado. Este caso es similar al del tratamiento practicado con un hombre mordido por una serpiente, rociando algo del veneno de otro reptil sobre la herida fresca, como se hace en algunas partes de África, o al de la curación de un hombre mordido por un perro con rabia, inoculando algunos agentes de esa enfermedad en el organismo del individuo.
(Traducido de: Arhimandritul Paulin Lecca, Adevăr și Pace, Tratat teologic, Editura Bizantină, București, 2003, p. 56)