La humildad, el discernimiento y la oración
Cuando la persona se acostumbra a hablar banalidades, no puede vivir con atención, porque su mente se dispersa una y otra vez. Por el contrario, del silencio nace la paz, y de la paz, la oración.
Si, viendo los defectos de tu semejante, te envaneces en tu interior, debes responderle a ese pensamiento malicioso: “Yo soy aún más malo que todos”. Y, aunque no estés convencido de esto, sigue repitiéndotelo.
Hace bien aquel que se preocupa de su vida interior, contemplativa, porque esta le dará todo.
Cuando la persona se acostumbra a hablar banalidades, no puede vivir con atención, porque su mente se dispersa una y otra vez. Por el contrario, del silencio nace la paz, y de la paz, la oración, porque ¿cómo podría orar uno que todo el tiempo está distraído? ¡Por eso, hermano, mantente atento a ti mismo! El propósito del monaquismo es una vida con discernimiento y lucidez. Esta es la razón por la cual se nos dijo: “Conócete a ti mismo”.
(Traducido de: Ne vorbesc Stareții de la Optina, traducere de Cristea Florentina, Editura Egumenița, 2007, pp. 235-236)