La humildad que debemos practicar
Esta es la humildad divina, de la cual San Siluano dice que “es indescriptible”, porque, expresada en nuestra lengua humana, se vuelve contradictoria.
Como dice nuestro padre Siluano, hay una humildad desde el sacrificio: nos percibimos y nos sentimos a nosotros mismos como incapaces de vivir según los mandamientos; así, empezamos a rechazarnos a nosotros mismos y a considerar que “yo sol el más vil de todos los hombres”. Y esto es ya humildad. “Sin embargo”, dice el venerable Siluano, “otra cosa es la humildad de Cristo. Esta es una que no se relaciona con nada más; en ella no hay ninguna comparación, ninguna diferencia, nada. Es la absoluta humildad de Dios”. Y, cuando la humildad divina se acerca a nosotros, nuestra alegría ya no consiste en la capacidad de doblegar a nuestro semejante, sino en el amor que sentimos por él, ese amor que se convierte en el sentido de nuestra vida. Y aparece un extraordinario sentimiento de “dulzura”, meramente espiritual, una dulzura de orden divino, desde que el hombre se siente más pequeño que su semejante y no le interesa ninguna forma de dominio. Esta es la humildad divina, de la cual San Siluano dice que “es indescriptible”, porque, expresada en nuestra lengua humana, se vuelve contradictoria.
(Traducido de: Arhimandritul Sofronie, Cuvântări Duhovniceşti - volumul I, Editura Reîntregirea, Alba Iulia, 2004)