La humildad, un arma infalible en la lucha espiritual
La humildad, en verdad, destruye todos los ardides y todas las artimañas del enemigo.
Tenemos frente a nosotros la obligación de prestar otro servicio, no uno civil, isno militar-espiritual. “Porque nuestra lucha no es contra gente de carne y hueso, sino contra los principados y potestades, contra los dominadores de este mundo tenebroso, contra los espíritus del mal, que moran en los espacios celestes” (Efesios 6, 12).
El Santo Apóstol Pablo aconseja así a Timoteo: “Soporta conmigo las fatigas, como buen soldado de Cristo” (II Timoteo 2, 3). Eso sí, toca sufrir: la lucha es cruenta, porque quien lucha no es el cuerpo, sino el alma. Y no lucha contra un hombre visible, sino contra espíritus que no se ven. Además, tenemos que cultivar una profunda humildad, porque luchamos contra los espíritus del orgullo, a quienes no les resulta difícil someter al orgulloso, pero son incapaces de resistir un poco contra los humildes. La humildad, en verdad, destruye todos los ardides y todas las artimañas del enemigo
(Traducido de: Filocalia de la Optina, traducere de Cristea Florentina, volumul I, Editura Egumenița, Galați, 2009, p. 157)