La humildad y la obediencia del cristiano
¡El cristiano nunca tiene la razón, porque siempre debe culparse sólo a sí mismo! No olvides que la justicia es cosa de los hijos de este mundo. Si mantienes presente todo esto, eliminarás todo deseo de seguir juzgando a los demás.
Padre, ¿cuál es la diferencia entre humildad y obediencia?
—Ninguna. Son la misma cosa. Si no obedecemos la voluntad de Dios, expresada por medio de nuestro padre espiritual, ¿podemos seguir considerándonos “humildes”? ¿Es que podemos matar el monstruo del orgullo que anida en nosotros, con otra arma que no sea la obediencia a la voluntad de Dios? No olvidemos que la medida de la obediencia nos las dio —a nosotros, que somos pecadores— el Dios-Hombre, Aquel sin pecado, Quien obedeció hasta la muerte, y una muerte en cruz.
Escuchando con respeto la convincente respuesta del anciano, pude sentir intensamente su amor y afecto. Nunca me elogiaba, sino que siempre me decía:
—¡Sólo tú eres culpable! ¡Ora por tus hermanos! ¡Ora para que el Señor te conceda la santa humildad y te ayude para que puedas amarlo!
Un día le contradije. Pensé que era injusto conmigo, diciéndome que no tenía la razón, cuando yo creía fuertemente que sí la tenía. Entonces, me respondió:
—¡Tienes la razón... pero, de hecho, no la tienes! ¡El cristiano nunca tiene la razón, porque siempre debe culparse sólo a sí mismo! No olvides que la justicia es cosa de los hijos de este mundo. Si mantienes presente todo esto, eliminarás todo deseo de seguir juzgando a los demás.
(Traducido de: Sfântul Porfirie Kafsokalivitul, Antologie de sfaturi şi îndrumări, Editura Bunavestire, Bacău, pp. 423-424)