La humilde sierva del Señor que se hizo digna de ser Su Madre
Si ella está en un lugar más elevado que los Cielos de la Iglesia, si es más pura que el resplandor del sol, con mayor razón entró en el Santo de los Santos no hecho por mano humana.
La Madre de Dios, aquella que fue preparada para dar a luz al Salvador del mundo, para que en su seno se uniera la naturaleza humana con la naturaleza divina en nuestro Señor Jesucristo, también entró en el Santo de los Santos: por su vida purísima, por sus pensamientos, por la grandeza de sus virtudes y por los dones que Dios le concedió. Entró en el Santo de los Santos que es la humildad, pues en la Anunciación dijo al ángel portador de la buena nueva: “He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra” (Lucas 1, 38). Y Santa Isabel le dijo: “Bendito es el fruto de tu vientre” (Lucas 1, 42).
Todo esto tuvo lugar con la Madre de Dios, que es “más alta que los Cielos”, y si ella está en un lugar más elevado que los Cielos de la Iglesia, si es más pura que el resplandor del sol, con mayor razón entró en el Santo de los Santos no hecho por mano humana: por su vida santísima, por lo que guardaba en su alma, por aquello que albergaba en sus pensamientos cuando se preparaba para dar a luz al Salvador; por lo que meditaba, por lo que sentía mientras llevaba en su seno al Salvador del mundo.
(Traducido de: Arhimandritul Teofil Părăian, Maica Domnului – Raiul de taină al Ortodoxiei, Editura Eikon, 2003, pp. 26-27)
