La Iglesia en la vida de los niños y los adolescentes
Tenemos que tratar cuidadosamente y proteger su estancia en la iglesia y su participación en los sacramentos, hasta que llegue el tiempo en que podremos decirles: “¡Ya tienes la edad suficiente para hablar en serio de ciertas cosas!”.
Tenemos que hablar seriamente con los niños, y a los padres los tenemos que convencer de la importancia de hacer las cosas correctamente. Asistir a la iglesia no puede representar para los niños otra cosa que no sea adoración, festividad religiosa y esfuerzo. La vida en Iglesia y la confesión tienen que convertirse para el niño en algo esperado, en algo anhelado, para que el encuentro con su padre espiritual sea algo importante en su vida, algo que le llena de alegría. Y esto sucederá solamente si, en el tiempo adecuado, el sacerdote consigue establecer un contacto personal con el niño.
Usualmente, quienes demandan más atención son los adolescentes. Y no siempre logramos dársela. Hablemos de los varones de 14, 15 o 16 años, quienes suelen ser muy inquietos; con ellos simplemente no se puede dialogar largamente de cosas serias. Por eso, tenemos que tratar cuidadosamente y proteger su estancia en la iglesia y su participación en los sacramentos, hasta que llegue el tiempo en que podremos decirles: “¡Ya tienes la edad suficiente para hablar en serio de ciertas cosas!”. De este modo, empieza una comunicación distinta con el padre espiritual y se fortalece esa relación personal, que es muy importante para el chico o la chica. Todo lo dicho hasta este punto se puede resumir así: en ningún caso podemos permitir que la confesión se convierta, para el niño, en un simple modo de participar en las cosas de la Iglesia.
(Traducido de: Protoiereu Vladimir Vorobiev, Duhovnicul și ucenicul, Editura Sophia, București, 2009, pp. 54-55)