Dios recibe al corazón contrito hasta en el último momento, si este vuelve a Él con sinceridad, y si honra también a la Madre del Señor. Por eso, tengamos una fuerte devoción por ella, porque verdaderamente feliz es toda familia que tiene en casa el ícono de la Madre del Señor. Honrémosla, entonando cada día su acatisto y su paráclesis. Si ella no estuviera en los Cielos pidiendo por nosotros, el mundo se habría perdido desde hace dos mil años. Ella permanece orando de rodillas ante la Santísima Trinidad. La Santísima Virgen María es el cuarto emblema espiritual de los Cielos.

(Traducido de: Arhimandritul Ilie Cleopa, Ne vorbește Părintele Cleopa 3, ediția a III-a, Editura Mănăstirea Sihăstria, Vânători-Neamț, 2010, pp. 55-56)