La debilidad espiritual se purifica por medio de la confesión, que es el primer paso para su sanación. Pero ese tratamiento debe ser completado por medio del esfuerzo realizado en contra de esa debilidad.

La sanación ocurre cuando la debilidad deja de atraernos. Mientras recurramos a este procedimiento, nos hallaremos bajo la misericordia de nuestro “Comandante General”, aunque recibamos heridas terribles, cayendo y levantándonos.

Esa misericordia se aleja de nosotros cuando caemos y no nos levantamos más. Si el hombre cae y se levanta inmediatamente, retomando su arma y volviendo a luchar, la piedad de Dios permanece con él. Ella es la mejor terapia contra la amargura de nuestra conciencia.

(Traducido de: Sf. Teofan Zăvorâtul,  Sfaturi înțelepte, Editura Egumenița, p. 442)