El stárets José le decía al padre Efrén: “Si el estado de tu alma es bueno, puedes percibir qué espíritu hay en una casa, con solo entrar en ese lugar. Inmediatamente te darás cuenta de si en esa casa hay un espíritu de oración, de templanza y de sacrificio, o si lo que hay es un espíritu de mentira, de robo, de gula y hasta de hechicería...”.

El padre Efrén entendía esas palabras de forma racional, pero tenía reticencias en cuanto a su práctica, porque le parecía que eran cosas muy extrañas, difíciles de creer.

Pero, tiempo después, él mismo habría de relatar: “Un día, fui a la celda del stárets José para orar con él. Al entrar, le dije:

—Padre, ¿qué pasa aquí?

—¿A qué te refieres?

—Aquí reina un espíritu de silencio, como si alguien me obligara a callar. Siento como si en mi alma hubiera aparecido un repentino sentimiento, confiándome que aquí solo hay silencio.

—Ahora te lo explico. Como estamos en el Ayuno de la Gran Cuaresma, el sábado iremos a oficiar la Liturgia, comulgaremos, comeremos y después hablaremos con el padre Arsenio hasta la noche del domingo. Esa noche nos pediremos perdón con postraciones, y en la semana siguiente no hablaremos nada. Si queremos decirnos algo, nos entenderemos haciéndonos señas.

Esa experiencia me confirmó que lo que me había dicho el stárets José era cierto”.

(Traducido de: Arhimandritul Efrem Filotheitul, Starețul meu Iosif Isihastul, Editura Evanghelismos, București, 2010, pp. 179-180)