Palabras de espiritualidad

La inefable protección de la Santísima Virgen

    • Foto: Valentina Birgaoanu

      Foto: Valentina Birgaoanu

Una noche cualquiera, cuando el padre recién estaba poniendo la cabeza sobre la “almohada”, apareció el demonio con un pico de labranza en la mano, dispuesto a atacarle. Pero, repentinamente, salió huyendo con estrépito y se desvaneció como el humo. El padre solamente logró escuchar estas palabras del maligno: “¡Todo el tiempo me quemas, María! ¿Por qué proteges tanto a este terco?”.

El venerable Nifón tenía una mirífica costumbre: cuando tenía que descansar un poco, colocaba varias piedras en el suelo, y sobre ellas arrojaba una frazada. Después, cantaba algunos de los himnos típicos del enterramiento, como si se estuviera dando sepultura a sí mismo. Finalmente, recitaba de memoria cuatro textos de los Apóstoles y cuatro pasajes del Evangelio, entre otros. Después de esto, hacía tres veces la Señal de la Cruz sobre el lecho y se acostaba, usando una piedra grande como almohada. Usualmente, los demonios venían a tentarle mientras dormía, para impedirle descansar. Entonces, el padre tomaba su bastón y los golpeaba con una fuerza espiritual, riéndose de su debilidad, porque los demonios sufrían cuando el padre hacia esto. Y decían: “¿Qué podemos hacer con este testarudo?”. “¡A veces nos golpea, otras veces nos insulta y se burla de todos nosotros!”.

Una noche cualquiera, cuando el padre recién estaba poniendo la cabeza sobre la “almohada”, apareció el demonio con un pico de labranza en la mano, dispuesto a atacarle. Pero, repentinamente, salió huyendo con estrépito y se desvaneció como el humo. El padre solamente logró escuchar estas palabras del maligno: “¡Todo el tiempo me quemas, María! ¿Por qué proteges tanto a este terco?”.

Con esto, el padre Nifón entendió que la Madre del Señor estaba con él y le protegía. Por eso, cada noche, antes de tenderse, tomaba un poco de aceite de la lamparilla y se ungía la frente, los oídos y todos los demás sentidos. Viendo el poder del aceite santificado de la Madre del Señor y de todos los santos, empezó a repartirlo entre sus conocidos, suplicándoles que se ungieran antes de acostarse. Y esto hacía que el demonio se aterrorizara y desapareciera.

(Traducido de: Viața și învățăturile Sfântului Ierarh Nifon, traducere de Protosinghel Petroniu Tănase, Editura Mânăstirea Sihăstria, Vânători, 2004, p. 43)