Palabras de espiritualidad

La ira del maligno contra los sacerdotes

  • Foto: Oana Nechifor

    Foto: Oana Nechifor

El maligno se concentra especialmente en abatir a los sacerdotes y a los confesores, porque así puede atrapar y llevar a la perdición a los demás cristianos.

En la guerra hay comandantes y capitanes que enseñan, guían y animan a los soldados a combatir con brío contra el enemigo. De igual forma, en la lucha espiritual, los comandantes son los sacerdotes y los consejeros que alientan a los cristianos en la lucha contra el maligno, armándolos con la Palabra del Señor. En la guerra, el enemigo busca siempre la forma de atacar y eliminar primero a los comandantes y capitanes del ejército contrario, para provocar desorden y confusión entre las tropas, y destruirlas o capturarlas más fácilmente. Y es que de la sabiduría de los comandantes y capitanes depende la integridad y el bienestar de sus tropas.

Lo mismo ocurre en la lucha espiritual: el maligno se concentra especialmente en abatir a los sacerdotes y a los confesores, porque así puede atrapar y llevar a la perdición a los demás cristianos. De los sacerdotes y los padres espirituales dependen la integridad y salvacion de los cristianos. Sin un pastor bueno y juicioso, los cristianos son como ovejas perdidas. Cuando el demonio no puede aniquilar a los sacerdotes, pone en contra suya a quienes le sirven, divulgando toda clase de murmuraciones abyectas, para hacer que los fieles dejen de confiar en ellos. Esta es la razón por la cual nuestros pastores y guías deben soportar un sinfín de calumnias, difamaciones, insultos, persecuciones y hasta exilio; siglos enteros de nuestra historia pueden dar testimonio de ello. No hay nada que enfurezca más al maligno que los buenos sacerdotes y confesores. ¿Por qué? Porque ellos son quienes destruyen el reino de la oscuridad y le arrebatan su poder al demonio, con la fuerza de la Palabra de Dios y del Espíritu Santo, quitándole de las manos su preciosa presa: las almas de los cristianos. Por eso, el espíritu de la maldad no se enfurece tanto, como lo hace contra los sacerdotes y los mentores de los cristianos.

Así las cosas, hermano cristiano, evita murmurar en contra de tus semejantes, sobre todo en contra de los sacerdotes, para no hacerte partícipe de las tretas del demonio.

(Traducido de: Sfântul Tihon din ZadonskComoară duhovnicească din lume adunată, Editura Egumenița, Galați, 2008, p. 62)