La lección de la decencia
Ante un miedo extremo, los hombres son capaces de renunciar fácilmente a la moralidad y a la humanidad. Una explicación psicológica del hecho que el odio tenga un terreno fértil en todo esto, es que este se origina en el temor y se alimenta con la desesperación causada por la incapacidad de predecir qué es lo que sigue.
En estas últimas semanas he podido ver cómo los temores y la desconfianza que nos carcomen empiezan a ser dirigidos hacia distintos grupos/categorías, que son acusados abiertamente de lo que está pasando, por esa necesidad de darle un rostro a nuestro sufrimiento. Ese rostro lo han tomado, en función de la burbuja donde vivamos: nuestros connacionales que vuelven del extranjero, los maestros, los ancianos, los jóvenes, la Iglesia, etc. Porque, ante un miedo extremo, los hombres son capaces de renunciar fácilmente a la moralidad y a la humanidad. Una explicación psicológica del hecho que el odio tenga un terreno fértil en todo esto, es que este se origina en el temor y se alimenta con la desesperación causada por la incapacidad de predecir qué es lo que sigue. Dicho de otra manera, la predicación origina la invasión de odio. Ante lo desconocido, la mente humana puede amplificar el mal y exagerar el peligro. Y, ante el peligro invisible e incomprensible, los hombres necesitan de un chivo expiatorio. Culpar al otro se convierte, así, en el instrumento más simple para “ordenar” el caos y la incertidumbre. La amplificación de la falta de seguridad incrementa la necesidad de encontrar un responsable para nuestros sufrimientos, abandonando la tolerancia en favor de la necesidad de aferrarnos psicológicamente a algo. Así, ahí en donde la mente no sabe cultivar las virtudes, y el alma es pobre en valores, las piedras vocales de la frustración y el odio dirigidas a los otros son, talvez, las principales formas de resistencia.
La lección de la decencia
Esta es la lección que tendríamos que aprender en estos días. El personaje de Camus, en su novela “La peste”, el doctor Bernard Rieux, decía que “la única forma de luchar contra la peste es con la decencia”. El heroísmo puede significar también decencia. Necesitamos hacer un ejercicio de decencia en la acción y la expresión de nuestros juicios y emociones. Seguramente todos sentimos miedo, todos encontramos nuestros propios límites y los de los demás, y muchos nos equivocamos cuando el estrés y la presión del momento nos agobian. Por eso, es responsabilidad de cada uno de nosotros cultivar mucho más el respeto, la solidaridad y la empatía, porque no sabemos qué lucha enfrenta cada persona y, principalmente, los que están en primera fila, intentando salvarnos en las condiciones de un caos silencioso y desconocido para todos nosotros. Como un modo de tranquilizar nuestra mente, nos apresuramos a tirar lodo por todas partes. Se nos olvida que en las situaciones más difíciles y agobiantes, cualquier presión adicional nos puede herir a todos.
La pregunta esencial ahora es si somos lo suficientemente “civilizados” y racionales, como para coooperar decentemente en superar este período y crecer juntos. Esta pandemia puede ser la oportunidad, para cada uno de nosotros, de contribuir en la construcción de un bienestar común, entendiendo que las tribulaciones y los sufrimientos nos pueden sorprender en cualquier momento, y que lo que nos queda como ancla de salvación, ante cualquier peligro, es el cuidado y la responsabilidad ante nosotros mismos y ante los demás.
(Dr. Daniela Dumulescu, psicóloga - UBB, Cluj-Napoca)
Fuente: tribuna.ro