La libertad del hombre y el peligro de caer en el pecado
Dios creó al hombre con libertad. Si no tuviera la libertad de elegir entre el bien y el mal, no sería un ser moral, sino un robot.
Muchas son las heridas que el pecado le inflige a la naturaleza humana. El hombre, que al principio era puro, delicado y santo, se volvió sucio, grosero y pecador. Y recordemos que un pecado repetido se convierte en pasión. El hombre sometido por un vicio no es libre, porque es un ser dependiente. Es cierto que Dios creó al hombre con libertad. Si no tuviera la libertad de elegir entre el bien y el mal, no sería un ser moral, sino un robot.
“Pongo delante de ti la vida y la muerte, la bendición y la maldición. Elige la vida, para que vivas tú y tu descendencia,” (Deutenoromio 30, 19). Sin embargo, ontológicamente, el hombre tiene una estructura que le permite tener una libertad plena solamente cuando obedece a Dios. Cuando no lo hace, su libertad se torna en libertinaje, y el libertinaje lo vuelve dependiente y lo somete.
(Traducido de: Andrei Andreicuț, Mai putem trăi frumos? Pledoarie pentru o viaţă morală curată, Editura Reîntregirea, Alba Iulia, 2004, p. 28)