Palabras de espiritualidad

La libertad se gana por medio de la virtud

  • Foto: Stefan Cojocariu

    Foto: Stefan Cojocariu

Ya puedes estar encarcelado y ser completamente libre, porque nuestra libertad está en Dios, Nuestra libertad está en la Iglesia, y no en las instituciones del mundo. La libertad está en Cristo, y no en los soberanos de este mundo.

Hermanos, acostumbrémonos a examinar la Santa Escritura, porque todo lo que contiene es salvador. Leamos más el Nuevo Testamento que el Antiguo Testamento, porque en él nos habla Cristo Mismo, Quien vino a sustituir la Ley antigua con una nueva, la Ley de la Gracia. Pero no renunciemos ni a los profetas ni a los salmos, que están llenos de una belleza excepcional. ¡Qué hermosas son estas palabras: “Los cielos cuentan la gloria del Señor, proclama el firmamento la obra de Sus manos”!  ¿Y qué decir de: “Ten piedad de mí, oh Dios, en Tu bondad, por Tu gran corazón, borra mi falta. Que mi alma quede limpia de malicia, purifícame Tú de mi pecado. Pues mi falta yo bien la conozco y mi pecado está siempre ante mí”? ¿Hay algo más bello que este salmo de contrición? Toda la psicología humana está contenida aquí, en el Salmo 50. Son palabras que comprenden toda la profundidad de nuestro corazón. Es un salmo que nos lleva a lo más insondable de nuestro ser.

Quisiera que todos entendiéramos esto y cambiáramos un poco nuestra forma de pensar, nuestra forma de ver el mundo. Si sabemos conservar la distancia que la Santa Escritura nos recomienda ante el mundo, dejaremos de ser esclavos. La libertad no consiste en no ser los siervos de alguien o estar fuera de prisión. La libertad es algo espiritual, algo que se gana por medio de la virtud. Así, ya puedes estar encarcelado y ser completamente libre, porque nuestra libertad está en Dios, Nuestra libertad está en la Iglesia, y no en las instituciones del mundo. La libertad está en Cristo, y no en los soberanos de este mundo.

(Traducido de: Părintele Gheorghe CalciuCuvinte vii, ediție îngrijită la Mănăstirea Diaconești, Editura Bonifaciu, 2009, pp. 64-65)