La Liturgia no es algo que se siente, sino algo que se vive
¿Por qué se llama Divina Eucaristía, tratándose de un sacrificio, de ofrenda, de doxología, de la Última Cena? ¿Por qué se le llama así, si contiene todo? Porque vivimos la realidad de forma mística, como en un espejo (I Corintios 13, 12).
‟¡Qué bien me sentí hoy en la Divina Liturgia!”. ¡Atención! En primer lugar, la Liturgia no es algo que se sienta. La verdad de la Divina Liturgia es independiente de cómo la sintamos nosotros. Por ejemplo, puede que hoy la Liturgia me haya parecido tediosa, seca; puede que ni haya entendido una palabra del texto evangélico que se leyó... pero esto no significa que yo no haya estado presente en la Liturgia. O puede que, habiendo comulgado, no haya sentido nada especial, lo cual no significa que no he comulgado. La Divina Liturgia no depende del estado sentimental del hombre, porque es engañoso.
Pero aquí la expresión “me he sentido” tiene el sentido de “he vivido, he experimentado”. Busquemos una forma de ejemplificar lo que pasa cuando entendemos lo que sentimos. Puede que lleve diez años casado con mi esposa. Diez años gozando de un amor recíproco, cuando, un día, al decirle algunas palabras dulces, ella me responde: “¡Hoy he entendido cuánto me amas!”. “¿No lo sabías? Si no lo hubieras sabido, hace mucho me hubieras dejado. Luego, lo sabías, pero hoy lo has vivido, hoy has experimentado mi amor. Hoy las antenas de tu espíritu recibieron lo que siempre has tenido, pero que hasta hoy te detuviste a observar. Sin embargo, que hasta hoy hayas entendido que te amo o que hasta hoy yo haya entendido que me amas significa que hasta este día has vivido en un encierro egoísta, llena de pretensiones hacia ti misma. Tú misma eras el centro de tu existencia, no yo. Por eso es que no lo entendías. Hoy sentiste una exhortación, un don, una inclinación. Hoy has muerto todo lo que has podido y, por eso, has llegado a entender que te amo y que soy, de alguna manera, tu vida”. Así pues, todo esto se trata de un experimentar, de vivir algo.
“¡Era el Paraíso!”. Pero no es posible que el Paraíso no sea más que una congregación de santos. ¿Y qué es la Liturgia? La reunión de todos los santos. “Ahí están los santos y Cristo. Mira, ahí está Aquel a quien buscabas. ¡Glorifícalo!”. ¡Qué panorama tan maravilloso! ¡Esta es la Liturgia! Aquello de lo que tiene sed nuestra alma, para lo cual fuimos bautizados y crismados, para lo cual fuimos llamados a la Iglesia Ortodoxa… todo eso lo encontramos en la Liturgia. Lo que lees en los textos de los Padres y en la Santa Escritura, todo eso lo tienes ante ti durante la Divina Liturgia.
Aunque no puedas verlo, Aquel a quien buscabas está aquí. ¡Glorifícalo, alábalo! Por eso es que, cuando el sacerdote nos bendice, todos inclinamos la cabeza. Cuando el Evangelio es trasladado en la Pequeña Entrada, también inclinamos la cabeza, al igual que en la Gran Entrada. Permanentemente adoramos al mismo Dios, veneramos a los santos y exaltamos a la Iglesia entera, con todos sus elementos visibles e invisibles, dichos y oídos, realizados y entendidos en ella.
Y sigue: “¡Póstrate ante Él, agradécele, llénate de paz, corazón mío, porque has encontrado lo que buscabas!”. ¿Qué es la Divina Liturgia, de acuerdo a las definiciones humanas? Es la representación sin sangre del sacrificio de Cristo en la Cruz. Pero no se trata de un sacrificio de crucifixión, sino de la Divina Eucaristía (acción de gracias). ¿Por qué se llama Divina Eucaristía, tratándose de un sacrificio, de ofrenda, de doxología, de la Última Cena? ¿Por qué se le llama así, si contiene todo? Porque vivimos la realidad de forma mística, como en un espejo (I Corintios 13, 12). Y, ya que no entendemos estas cosas, Dios nos llama cada vez para que le agradezcamos por aquello que no comprendemos.
(Traducido de: Arhimandritul Emilianos Simonopetritul, Tâlcuiri la Sfintele Slujbe, Editura Sf. Nectarie, Arad, 2009, p. 60)