Palabras de espiritualidad

La Liturgia y la vida del cristiano en torno a Cristo

    • Foto: Lucian Ducan

      Foto: Lucian Ducan

Nuestra Liturgia es un viaje al Cielo. Si participo en la Liturgia, significa que he entrado, en verdad y no de forma imaginaria, en el camino que conduce al Reino.

La Liturgia es una letanía, una procesión al altar, un viaje al Cielo. Cuando salimos en procesión para honrar al santo patrón de nuestra ciudad, llevamos su ícono y sus reliquias, y nos dirigimos a la plaza, exaltándolo. También nuestra Liturgia es un viaje al Cielo. Si participo en la Liturgia, significa que he entrado, en verdad y no de forma imaginaria, en el camino que conduce al Reino.

¿Han visto cómo, cuando hay un eclipse de sol, niños y adultos salen a la calle con un trozo de cristal oscuro para contemplar el fenómeno natural? Lo mismo sucede con la Liturgia. Es fijar nuestra mirada y nuestro corazón en Aquel que se halla en lo alto, en el Cielo. Mi vida gira en torno a Cristo. Para mí hay una sola cosa de valor: el Reino de los Cielos.

¿Eso significa que debemos abandonar a nuestra familia, renunciar a nuestro trabajo y apartarnos de nuestros hijos, para poder asistir todo el tiempo a la Liturgia? ¡No, hijos míos! Observemos qué grande es el amor y la sabiduría de Dios: todo lo que sucede en nuestra vida cotidiana puede llevarnos al Reino de los Cielos. ¡Todo eso puede expresar nuestro amor a Dios! El amor que le demuestras a tu esposa, los pequeños sacrificios que haces por tus hijos, el esfuerzo que pones al trabajar, tus preocupaciones, tus lágrimas, los callados pesares de tu vida… Puedes “arrojar” todo esto al Reino de Dios. Y Él lo santifica y te da las fuerzas que necesitas para atravesar con bien toda la semana. Todo esto es valorado por Cristo; basta con no olvidar que nuestro propósito, nuestra meta es llegar al Reino, y que nuestra alma no deje de sentir esa sed. Él debe ser nuestro objetivo, nuestra patria debe ser el Cielo. Esto lo entendemos cuando decimos “¡Amén!”: “Sí, Padre mío celestial, recibo con alegría Tus palabras. He empezado mi viaje, he entrado en el camino que me llevará al Cielo. Y no me detendré hasta llegar allí en donde estás Tú”.

Luego, en la Liturgia viajamos al Reino de Cristo y, al mismo tiempo, nos hallamos ya en él. Cristo nos alzó al Cielo, o, mejor dicho, descendió el Cielo a nuestra Iglesia. Todas Sus bondades, como nuestra salvación, Su santidad, Su humildad y Sus dones en general, nos los da como una hacienda, en la Iglesia.

Para nosotros, la Liturgia es un compromiso nupcial. Tal como portas todo el tiempo tu anillo de compromiso, que representa la promesa de casarte, así también la Liturgia significa que me uno a Cristo, Quien me promete que me llevará al Reino de los Cielos si le soy fiel.  Y es aquí, queridos hijos, donde esta inconmensurable bondad se realiza.

(Traducido de: Arhimandritul Emilianos SimonopetritulTâlcuiri la sfintele slujbe, Editura Sf. Nectarie, pp.158-160)