Palabras de espiritualidad

La lucha contra nosotros mismos: el sentido del Gran Ayuno y el Canon de San Andrés de Creta

  • Foto: Flavius Popa

    Foto: Flavius Popa

El oficio del Canon no es una simple enumeración de faltas que nos ofrece la posibilidad de meditar. El canon es mucho más que eso: es un diálogo.

El arrepentimiento es el único camino para volver a Dios. “No seremos condenados por nuestros pecados, sino por no haber querido arrepentirnos”, dice un Santo Padre. Si bien es cierto que, algunas veces, lo más difícil es perdonarte a ti mismo, ¡qué grande es la misericordia de Dios! En la medida en que respondamos con amor a Su amor y nos transformemos, seremos salvados. La lucha contra nosotros mismos por el Reino de Dios es el verdadero significado del Ayuno.

El Gran Canon de San Andrés de Creta es una escuela de contrición. En su lamento nos reconocemos a nosotros mismos. Él nos ayuda a humillarnos, a examinarnos el alma, a orar con sus mismas palabras.

Como hemos visto, el oficio del Canon no es una simple enumeración de faltas que nos ofrece la posibilidad de meditar. El canon es mucho más que eso: es un diálogo. Después de cada fragmento, todos los fieles se implican en una plegaria común, respondiendo: “¡Ten piedad de mí, oh Dios, ten piedad de mí!”. Yo diría: “¡Apiádate de nosotros!”, porque todos nos vemos reflejados en su confesión y en su plegaria. Con todo, el Canon se hace nuestro desde su mismo inicio:

“¿Cómo empezaré a lamentarme por todos los actos de mi miserable vida?

¿Cómo puedo comenzar, oh Cristo, mi plañido?

Tú, siendo Misericordioso, concédeme el perdón de mis faltas.

... ¡Ten piedad de nosotros, oh Dios, ten piedad!”.

El Canon entrelaza la confesión personal con hechos como la caída del Antiguo Testamento. Podemos vernos a nosotros mismos en la persona de todos los pecadores, empezando con Adán y Eva. Y es que todos hemos repetido sus pecados por centuplicado.

“Anhelando la desobedencia de Adán, me he hallado desnudo de Dios y de Su Reino, por mis pecados”.

¡Ten piedad de mí, oh Dios, ten piedad de mí!

(Traducido de: Preot Boris Răduleanu, Semnificaţia Duminicilor din Postul Mare, volumul II, Editura Bonifaciu, Bucureşti, 1996, pp. 62-63)