La luz de estar en comunión con todos
Estar unidos recíprocamente significa tener comunión, y tener comunión significa transmitir esa luz.
Los Santos Padres, como San Simeón el Nuevo Teólogo, San Gregorio Palamás y San Serafín de Sarov, hablaron sobre esta experiencia que proviene del Espíritu Santo. Esta comunión es obra del Espíritu. Él nos une a Cristo y a los demás, y, uniéndonos de esta forma, nos hace irradiar. Estar unidos recíprocamente significa tener comunión, y tener comunión significa transmitir esa luz. Cada uno tiene una luz, pero esta luz se actualiza solamente en comunión. Por eso, Dios en Trinidad es comparado con un candelabro de tres brazos.
En cada persona hay una luz. Pero esta luz no se actualiza sino en comunión, en el amor. Somos luz los unos para los otros. Cada uno se llena con la luz del otro. Esta luz es un sentido profundo, una alegría, una paz en la entrega recíproca, el sentimiento de tener todo. Teniendo el amor de los demás, tenemos todo. A Dios lo tenemos en los demás y lo tenemos en Él Mismo. Los ascetas conocen a Dios como luz en Su amor, y están llenos de amor por toda la humanidad y por todas las criaturas; aunque no vean a otras personas, ellos oran por todos y son iluminados en su oración por el mundo.
Esta luz es el sentido inagotable de la existencia enraizada en Dios. Son cosas inenarrables… Pero aquellos que viven esta experiencia se sienten impacientes por compartirla. La vida de los santos nos revela a esos seres de luz: el ser avanzado espiritualmente es un hombre verdadero, con un encanto, una belleza, una armonía extraordinaria. Los santos poseen una mansedumbre y una delicadeza inefables. Todos necesitamos conocer la vida de dichos seres, para entender qué camino debemos seguir. El propósito de la oración es el de hacernos santos en unidad con Dios.
(Traducido de: Dumitru Stăniloae, Marc-Antoine Costa de Beauregard, Mica dogmatică vorbită, dialoguri la Cernica, Editura Deisis, pp. 207-208)