La Madre del Señor nos acompaña en el ayuno
Cada vez que ayunamos, la Madre del Señor asume esta misión eterna de presentarnos en pureza ante Dios.
La Madre del Señor es nuestra guía para que podamos obtener nuevamente las virtudes. Su virginidad sana nuestra impureza. Su pureza sana la nuestra. Su feminidad sana nuestra falta de delicadeza y discreción. La presencia de la Madre del Señor cuando ayunamos es, de alguna forma, el carisma por medio del cual, con toda discreción, Dios nos exhorta a volver a Él y a dar a luz nuevamente a Cristo en nosotros.
Como vemos en cada Divina Liturgia —y tendríamos que insistir en este punto cuando hablemos con nuestros feligreses, aunque estoy seguro de que la mayoría de personas que asisten a la iglesia lo saben—, después de cada “Gloria…” viene un “Y ahora y siempre…”, que está dirigido a la Madre del Señor. Y que ella no es sino quien nos exhorta constantemente a ayunar con una piadosa pureza. Cada vez que ayunamos, la Madre del Señor asume esta misión eterna de presentarnos en pureza ante Dios.
(Traducido de: Părintele Constantin Necula, Propovăduind Evanghelia iertării, Editura Agnos, Sibiu, 2012, p. 15)