Palabras de espiritualidad

La Madre del Señor nos guía para volver a la virtud

  • Foto: Tudorel Rusu

    Foto: Tudorel Rusu

Ella es quien nos exhorta, cada vez, a cumplir el ayuno con una ferviente pureza. En todo momento, corresponde a la Madre de Dios esta misión eterna: presentarnos en pureza ante Dios.

La Madre de Dios es quien nos guía para recuperar las virtudes perdidas. Su virginidad sana nuestra falta de pureza. Su pureza interior sana nuestra indignidad. Su feminidad restituye nuestra ternura perdida y nuestra falta de discreción. La presencia de la Madre de Dios en medio del ayuno es, si queremos verlo así, el carisma con el cual, delicadamente, Dios nos exhorta a recobrar y engendrar en nuestro interior nuevamente a Cristo.

Lo vemos en cada oficio litúrgico, y convendría que quienes nos leen supieran —aunque estoy seguro de que, al menos quienes asisten regularmente a la Iglesia, lo conocen muy bien— que después de cada “Gloria…” de los cánticos, sigue un “Ahora y siempre…”, dirigido a la Madre de Dios. Ella es quien nos exhorta, cada vez, a cumplir el ayuno con una ferviente pureza. En todo momento, corresponde a la Madre de Dios esta misión eterna: presentarnos en pureza ante Dios.

(Traducido de: Părintele Constantin Necula, Propovăduind Evanghelia iertării, Editura Agnos, Sibiu, 2012, p. 15)



 

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