La Madre del Señor nos trajo la alegría del Paraíso
La Madre del Señor se regocija, porque encarnó la Palabra de Dios y nos libró del pecado. También nosotros nos regocijamos, porque la Madre del Señor nos hizo volver dignamente del pecado.
No importa lo que el hombre pueda decir de la Madre del Señor, que jamás podrá describir su grandeza. Por medio de su obediencia, la Madre del Señor nos abrió nuevamente el Paraíso, mismo que había quedado cerrado por causa de la desobediencia de Eva. Eva rompió el anillo que nos unía a Dios y trajo al mundo dolor y tristeza. La Madre del Señor unió ese anillo nuevamente y trajo al mundo la alegría del Paraíso. Nos unió con Dios, ya que Cristo es Dios-Hombre.
El Arcángel Gabriel fue quien trajo al mundo esta buena nueva, que los hombres, gracias a la Madre del Señor, conocerían la “Gracia ante Dios”. La Madre del Señor se regocija, porque encarnó la Palabra de Dios y nos libró del pecado. También nosotros nos regocijamos, porque la Madre del Señor nos hizo volver dignamente del pecado.
Por eso es que cantamos, en la Natividad del Señor: “El desierto trae el pesebre a Cristo, y nosotros, los hombres, tenemos a Su Madre, a la Santísima Madre de Dios”.
(Traducido de: Cuviosul Paisie Aghioritul, Cuvinte duhovnicești, Vol. V Patimi și virtuți, Editura Evanghelismos, București, 2007, p. 299)