Actualmente, las mujeres sueñan con tener una carrera, pero en lo profundo del alma les duele tener que privarse del tiempo para criar a sus hijos. Pero, si algo les ocurre a estos, demuestran que no hay nada más importante que ver a sus retoños sanos y contentos.

«Cuando Valentín era pequeño, yo siempre estaba de viaje,. ¡Tanto me gustaba mi profesión de geóloga! Soñaba con obtener un diploma de doctorado... Sentía que me esperaba un brillante futuro. Cuando me tocaba viajar, Valentín se quedaba con mis papás, cosa que le dolía muchísimo. A veces lloraba desconsolado, suplicándome: “¡Mamá, no te vayas!”. Con el tiempo, parece que se fue acostumbrando. Años después, cuando él ya tenía 13, de improviso pareció volverse ajeno a mí, muy cerrado, y siempre en conflicto con sus maestros y compañeros de escuela. Me alarmé y traté de pasar más tiempo en casa. Finalmente, mejor renuncié a mi trabajo, para poder ocuparme completamente de mi hijo. Pero ya era tarde. Ahora él ya no está conmigo (se suicidó), y recién he entendido que nunca necesité de ningún diploma, de un puesto de manager, de tantos viajes al extrajero...».

¡Cuántas madres podrían identificarse con el triste testimonio de esta deconocida, que un día se me acercó, después de haber terminado mi disertación en una biblioteca! Claro que no todos los relatos deben tener siempre un final tan trágico, pero su sentido sigue siendo el mismo: construyendo una carrera, en perjuicio de sus propios hijos, la mujer pierde en ambos terrenos.

(Traducido de. Tatiana L. Şişova, Probleme şi dificultăţi în educarea copiilor: îndrumar pentru părinţi, traducere din limba rusă de preot Nicolae Creţu, Editura Sophia, Bucureşti, 2012, pp. 224-225)