Palabras de espiritualidad

La medida del ayuno no es la misma para todos

  • Foto: Florentina Mardari

    Foto: Florentina Mardari

Muchos se han sobrepasado con la abstinencia, enfermándose y debiendo renunciar a ella completamente.

Ayunando, los habitantes de Nínive lograron apaciguar a Dios. Por medio del ayuno, los israelitas conocieron “la ayuda en sus aflicciones”. Ayunando, aquellos tres jóvenes vencieron el fuego. Ayunando, Elías fue llevado por un carruaje de fuego. Ayunando, Moisés recibió la Ley de Dios. ¿Qué más puedo decir? Ayunando, nuestro Señor Jesucristo se preparó para anunciar el Evangelio, para que ese ejemplo nos enseñara cuán útil es la sobriedad. Así pues, quien desee servir al Señor, vencer a sus enemigos y obtener todo lo que es de provecho, debe armarse con un “santo odio de sí mismo”, es decir, castigar su cuerpo con ayuno, vigilias y oración, además de cualquier otro ejercicio de la abstinencia. Porque, de esta manera, no sólo obtenemos la misericordia de Dios, sino que podemos vencer hasta el enemigo más poderoso, haciéndonos, en cuerpo y alma, morada del Espíritu Santo.

Todo esto que les digo debe practicarse con sensatez; es decir, de acuerdo a nuestras fuerzas, sin sacrificarnos, ya que muchos se han sobrepasado con la abstinencia, enfermándose y debiendo renunciar a ella completamente. Así las cosas, que cada uno ayune como le sea posible, porque hay quien puede ayunar tres días seguidos, sin problemas, así como hay otros que no pueden hacerlo ni tan siquiera un día. Lo importante, recordemos, es la justa medida.

(Traducido de: Agapie Criteanul, Mântuirea păcătoșilor, Editura Egumenița, 2009, pp. 356-357)

 

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