La mente que ora sin figuraciones ni pensamientos dispersos
Para luchar en contra de la debilidad espiritual, tenemos que pedir pacientemente que el Señor nos ayude. Solo Su nombre nos puede liberar.
Todo vuela, todo fluye. Para que el alma no vuele (no se disperse) al orar, o le cortamos un poco de las alas, o se las quitamos por completo. Para que el agua no fluya, hay que contenerla. La misma naturaleza, o, mejor dicho, el Señor, nos enseña por medio de todas las criaturas, avergonzando la soberbia de nuestro corazón y nuestra mente.
Las alas del alma no son otra cosa que la imaginación que engendra pensamientos. La proliferación de los malos pensamientos, o la pérdida de los que son buenos, acompañada del aumento de los que son perniciosos, viene de la deficiencia espiritual o del recuerdo de cosas impuras. Entonces, para luchar en contra de la debilidad espiritual, tenemos que pedir pacientemente que el Señor nos ayude. Solo Su nombre nos puede liberar.
(Traducido de: Sfântul Inochentie al Penzei, Viața care duce la Cer, traducere de Adrian Tănăsescu-Vlas, Editura Sophia, București, 2012, pp. 43-44)