La misericordia de Dios no tiene medida
Dios viene a nosotros, nosotros vamos a Dios y nos unimos con Él, y en nosotros tiene lugar la misma unión que ocurrió entre la naturaleza humana y la naturaleza divina en la persona de nuestro Señor Jesucristo.
Dios no perdona “gota a gota”, “esto te lo perdono, esto no”, sino que perdona por completo. Cuando te sabes perdonado por Dios, no necesitas pensar más en lo que hiciste quién sabe cuándo, quién sabe cómo. Dios tiene el poder de borrar todo, pero también nosotros tenemos que borrar de nuestra mente las cosas que no nos favorecen. Y esto, porque sabemos que Dios es nuestro Padre.
Nuestro Señor Jesucristo nos reveló a Dios como nuestro Padre. En Salmos 102 se nos dice: “Como es el amor de un padre con sus hijos es el amor del Señor con los que le temen”. La bondad de Dios es tan grande, que llena todo el espacio del Cielo a la tierra. ¿Quién sabe cuál es la distancia que hay entre cielos y tierra? Nadie lo sabe, pero, en todo caso, todos sabemos que la bondad de Dios es infinita, que todas las cosas de Dios son infinitas: incluso Su amor no tiene límites, al igual que Su misericordia...
Nosotros sabemos todo esto, pero no pensamos mucho en ello… Pero tendríamos que hacerlo, porque solamente entonces tendremos una oración verdadera, por poner un ejemplo. Una oración agradecida por el perdón de nuestros pecados se alcanza solamente cuando estás seguro de que Dios, por Su gran misericordia, te acepta tal como eres y te hace como Él quiere que seas. Dios viene a nosotros, nosotros vamos a Dios y nos unimos con Él, y en nosotros tiene lugar la misma unión que ocurrió entre la naturaleza humana y la naturaleza divina en la persona de nuestro Señor Jesucristo, porque Él viene a nosotros por medio de la comunión con los divinos Misterios, haciéndose Cuerpo en nosotros. Nuestro cuerpo se alimenta con Su Cuerpo y Su Sangre, y la divinidad de nuestro Señor Jesucristo desciende al nivel en el que nosotros podemos soportar la presencia de la divinidad.
(Traducido de: Arhimandritul Teofil Părăian, Disciplina interioară prin rugăciunea de toată vremea, Editura Mitropolia Olteniei, Craiova, 2006, p. 30)