La misericordia de Dios y el amor que le debemos como hijos Suyos
Si el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son uno por medio del amor, y si el hombre fue creado de ese mismo amor, ¿acaso no es el amor lo que debe servirnos como verdadera ley de convivencia?
Creo que el amor más grande que hay en el mundo es el de los padres por sus hijos, aunque este a veces quede condicionado al hecho de que los hijos sean buenos y obedientes.
Pero Dios nos ama tanto cuando somos buenos y le obedecemos, como cuando somos malos y pecamos. Entonces es piadoso con nosotros y, si nos arrepentimos y volvemos a Él, nos perdona. El Santo Apósotl Pablo dice: “Pero donde abundó el pecado, sobreabundó la Gracia” (Romanos 5, 20). En este punto, un ejemplo inmejorable nos lo da la “Parábola del hijo pródigo”, que nos demuestra el amor y la misericordia de Dios para con aquellos que vuelven del camino del pecado. Cuando el hijo regresa lleno de arrepentimiento, reconociendo su error, el padre no le reprocha nada como: “¿Ves lo que te pasó por no obedecerme? ¿En dónde está la herencia que te di?”, sino que, perdonándolo, se llena de júbilo al verlo volver. Si con la misma compunción de corazón volvemos a Dios desde el pecado, también nosotros seremos recibidos, porque “así se alegran los ángeles de Dios por un pecador que se arrepiente”.
A cambio del amor y la piedad que Dios nos ofrece, Él espera que le correspondamos con el mismo amor y nuestra obediencia. ¿De qué manera?
Si el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son uno por medio del amor, y si el hombre fue creado de ese mismo amor, ¿acaso no es el amor lo que debe servirnos como verdadera ley de convivencia?
(Traducido de: Arhimandritul Serafim Man, Crâmpeie de propovăduire din amvonul Rohiei, Editura Episcopiei Ortodoxe Române a Maramureșului și Sătmarului, 1996, pp. 16-17)