Palabras de espiritualidad

La moral cristiana tiene su fundamento en la templanza

  • Foto: Stefan Cojocariu

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La templanza tiene que ser respetada tanto por los clérigos como por los monjes, al igual que los laicos, siguiendo las enseñanzas de los Santos Padres, la tradición de la Iglesia y los consejos del padre espiritual.

¿Qué puede decirnos sobre la templanza, en general?

—La templanza perseverante es el fundamento de la moral cristiana. Pero no estamos hablando de cualquier templanza, sino solamente de aquella que dedicamos al Señor y es practicada con buen juicio, según la justicia de la ley de Dios. Todo lo creado es bueno y digno de ser aprovechado por el hombre. Pero no todos los hombres están hechos para todas las cosas que hay en el mundo. “Todo está permitido, pero no todo me hace bien” (I Corintios 10, 23). Por eso, el cristiano que se sirve de este mundo tiene que actuar como si no lo hiciera, “porque la apariencia de este mundo es pasajera (I Corintios 7, 31; I Timoteo 4, 4; Tito 1, 15). Especialmente los clérigos, al igual que los apóstoles en la antigüedad, tienen que ser ejemplo de templanza para todos (VI Concilio Ecuménico 12, 13, 18, 30), para gloria de Dios, para beneficio del prójimo y su salvación (Hechos 20, 34-35; I Corintios 9, 12 y 27; Tito 1, 7; 2, 6; I Pedro 1, 6 y 13).

Los ancianos y los enfermos que, practicando la austeridad, hayan visto su cuerpo consumirse con el paso de los años, pueden asegurarse el sustento con una alimentación más consistente, porque la continencia recomendada por la Iglesia no mata personas, sino pecados. Luego, ahí donde el pecado se ha debilitado la abstinencia se endulza, y se le considera como un buen alimento, un medicamento utilizado en el nombre el Señor (Romanos 16, 3-6).

Los más escrupulosos, a quienes les cuesta entender el sentido de la templanza, tienen que someterse a los preceptos de su padre espiritual. Los que se alimentan con el espíritu de la vanagloria, quienes no obedecen y, al ayunar, se perjudican física y espiritualmente, tienen que saber que ellos mismos se están matando, y tendrán que rendir cuentas al Señor por no haber seguido el camino real de la Santa Iglesia, por su desacato (Tito 1, 16; Romanos 14, 14). La templanza tiene que ser respetada tanto por los clérigos como por los monjes, al igual que los laicos, siguiendo las enseñanzas de los Santos Padres, la tradición de la Iglesia y los consejos del padre espiritual.

(Traducido de: Arhimandritul Ilie CleopaNe vorbește Părintele Cleopa, ediția a 2-a, vol. 5, Editura Mănăstirea Sihăstria, Vânători-Neamț, 2004, pp. 41-42)