La muerte le teme a quienes no le temen
Los que le temen a la muerte y aman la vida más vacía, se asustan con cosas como los microbios y viven llenos de ansiedad, misma que los mantiene en una permanente muerte espiritual. Los valientes no le temen a la muerte, por eso se afanan con brío y abnegación.
Padre, ¿cómo podemos disipar el temor?
—Teniendo agallas. Mientras más tema la persona, más vendrá el demonio a acecharla. Por eso, quien sienta miedo, que se esfuerce en vencerlo. Cuando yo era pequeño, sentía miedo cada vez que pasaba junto al cementerio. Por tal razón, una vez decidí quedarme a dormir en aquel lugar, para desvanecer mis temores. Y no lo hice una sola vez, sino durante tres noches seguidas. Me persignaba al entrar al camposanto y mantenía la linterna apagada, para no asustar a nadie que pasara por ahí. Si el hombre no se esmera en obtener el coraje y no alcanza el amor verdadero, hasta las lechuzas le provocarán pánico.
¿Quiere decir, padre, que el hombre puede vencer el miedo?
—Que se alegre pensando que algún día habrá de morir él, no los demás. Si logra pensar así, dejará de temerle a cualquier cosa. La valentía brota de la bondad, el amor y la abnegación. Pero, hoy en día las personas no quieren saber nada de la muerte. En algún sitio vi que quienes se ocupan de enterrar a los difuntos ya se anuncian como “servicios funerarios”, sino como “oficina de ceremonias”, para que la gente ni recuerde la palabra “muerte”. Pero es que si no nos acordamos de la muerte, estamos fuera de la realidad.
Los que le temen a la muerte y aman la vida más vacía, se asustan con cosas como los microbios y viven llenos de ansiedad, misma que los mantiene en una permanente muerte espiritual. Los valientes no le temen a la muerte, por eso se afanan con brío y abnegación. Y, debido a que piensan consantemente en la muerte, se preparan de una forma más espiritual y luchan con mayor coraje. Así es como vencen la vacuidad del mundo y viven ya en la eternidad, gozándose de la alegría del Paraíoso. También en la guerra, quienes luchen por sus ideales, por su fe y su patria, que se cubran con la Señal de la Cruz y no teman, porque Dios les ayudará. Si se persignan y ponen sus vidas en las manos de Dios, Él decidirá si lo mejor es mantenerlos en este mundo o llevárselos a la vida eterna.
¿Es posible que alguien no sienta miedo, pero por ignorancia?
—Esto sería peor, porque es posible que en algún momento le pase algo y termine pagando todo lo que no ha sufrido hasta hoy. En tanto que uno que es prudente no se expondrá ingenuamente al peliugro.
Luego, todo consiste en esforzarse, pero confiando en Dios, no en nuestras propias fuerzas.
(Traducido de: Cuviosul Paisie Aghioritul, Trezire duhovnicească, II, Editura Evanghelismos, p.237-239)