Palabras de espiritualidad

La mujer de hoy y el modelo de la Virgen María

    • Foto: Oana Nechifor

      Foto: Oana Nechifor

“Como mujer, tengo a la Madre del Señor en mi interior, en mi feminidad, en mi vocación de madre, y es ahí en donde recibo y amo a su Hijo…”

¿Cómo debe ser una verdadera mujer, a la luz de la doctrina cristiana-ortodoxa?

—¡Como la Madre del Señor! En primer lugar, la mujer es hermosa. La mujer es hermosa, aunque, partiendo de los estándares de quién sabe qué miss, no le parezca que sea así. Ella es bella como un capullo, y, cuando es amada, se vuelve bella como una flor. ¿Pero quién tiene ojos para ver esa belleza y amor para proteger su florescencia? Debe ser contemplada con cariño, y protegida con paciencia y ternura para que florezca.  ¿Entienden? La belleza está en el interior, como una luz. La mujer es sensible y delicada. Incluso cuando alza la voz lo hace con delicadeza. No insulta entre dientes ni escupe como los hombres. Cuando es vulgar, tiene otra forma de vulgaridad, típicamente femenina. La mujer es consciente de ser un milagro y que es el don de Dios hecho al hombre y a los hombres. Porque la mujer es también una bendición para su padre. Ciertamente, el hombre, como padre, tiene una forma distinta de tratar y amar a sus hijos y a sus hijas. El amor del padre por su hija es distinto al que siente por su hijo. Y yo, como mujer, debo alegrarme al saber que puedo hacer de mi vida un consuelo para los demás. Ese es mi llamado. La mujer está llamada a dejar una sonrisa, un poco de consuelo por donde vaya. La mujer debe ser un oído que escucha, una mano que consuela, un corazón que se compadece de los demás y que los ayuda con sus oraciones… Con su compasión y su ternura, la mujer es capaz de mitigar el sufrimiento del mundo entero. Así es la mujer.

¿Cómo puede la mujer actual tener como modelo a la Madre del Señor? ¡Parece que la Virgen está muy lejos de la mujer moderna, especialmente de esa idea de “mujer de carrera”!

—No podemos pretender que un modelo como el suyo sea utilizado como el de un maniquí o una foto que pongo sobre la mesa y trato de arreglarme para parecerme a la persona retratada: “¿Cómo es la Madre del Señor? ¡Ah, veo que tiene una manta sobre la cabeza…! Voy a hacerme una y ponérmela para ver si así me parezco a ella…”.

Me refiero a la santidad

—Es un modelo que debe trabajarse interiormente. La Madre del Señor se convirtió en la Madre del Señor dando a luz a nuestro Señor Jesucristo, dando a luz a Dios-Hombre. Yo también puedo parecerme a la Madre del Señor, dando a luz a Cristo en mí. Lo recibo con el Bautismo, lo recibo también en la Santa Comunión, y luego digo: “¡Señor, vive Tú, observa Tú, piensa Tú, ven Tú a mis pensamientos!”.  Así, Él nace en mí y yo hago que nazca también en otros. ¡Cuando los otros vean cómo soy y que Cristo es mi vida, querrán esta misma Vida! Y Cristo nacerá en ellos. Y, a medida que estoy atenta a Cristo en mi interior, me vuelvo como la Madre del Señor cuando lo llevó en su vientre, como una madre. Yo también lo llevo adentro de mí como una madre, no como lo haría un discípulo. Yo tengo a la Madre del Señor en mi interior, en mi feminidad, en mi vocación de madre, y es ahí en donde recibo y amo a su Hijo.  Y, al igual que todos los que siguen a Cristo son llamados bajo el Manto de la Madre del Señor, también yo soy llamada, no solamente bajo su Manto, sino a convertirme en parte de ese Manto. Recordemos que desde lo alto de la cruz el Señor le dijo al Apóstol Juan, quien no había huído: “¡Aquí tienes a tu madre!”, y a la Santísima Virgen: “¡Aquí tienes a tu hijo!”. Y todos los que seguimos al Señor al Gólgota somos adoptados por la Madre del Señor. Con esto, la mujer se vuelve tanto hija como madre. ¡Qué misterio tan grande! Y ninguna carrera podría arrebatarnos esta herencia.

A pesar de todo eso, nos resulta muy difícil seguir el modelo de la Madre del Señor

—Porque es difícil ir a Dios. Luego, ¿cómo y dónde encontrarla? ¿En el televisor? No, no la puedo encontrar sino en mi interior, en mi corazón, ahí donde también es la morada de Dios. Si Dios no está en mi corazón, no tengo cómo encontrar a Su Madre en ese mismo lugar y utilizarla como modelo a seguir. Así, no le preguntemos: “¿Cómo puedo ser como tú, Madre Santa?”. Porque eso está suficientemente claro. Es mejor decirle: “Oh, Madre del Señor, ayúdame a ser como tú. Ayúdame a ser paciente, ayúdame a perdonar, y a comer del árbol de la vida y no del árbol del conocimiento del bien y del mal. ¡Ayúdame a no caer en tentación y a no ser motivo de tentación!”.

Fragmento de una entrevista realizada por Ramona Bădescu a la madre Siluana Vlad en 2010.